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- Pero nosotros no nos recreamos en la venganza... la venganza sigue perteneciendo
al Señor. Jamás te enviaría contra el Inquisidor creyendo que podías regocijarte
personalmente de ello. Nosotros no tentamos a un hombre con el pecado como cebo. Lo
que hacemos, lo que estamos haciendo, es emprender una operación militar calculada en
una guerra que ya ha comenzado. Un hombre clave es a menudo más valioso que un
regimiento; elegimos a ese hombre clave y lo eliminamos. El obispo de una diócesis
puede ser este hombre; el obispo del Estado adyacente puede ser tan sólo un chapucero,
sostenido por el sistema. Matamos al primero, y dejamos al segundo donde está.
Gradualmente vamos eliminando sus mejores cerebros. Ahora... - se inclinó hacia mí -,
¿te gustaría un trabajo relacionado con esos hombres claves? Es un trabajo muy
importante.
Tenía la impresión de que, en aquel asunto, había alguien que me estaba enfrentando
constantemente a los hechos, en lugar de permitirme esquivar los hechos desagradables
de la forma en que la mayor parte de la gente consigue hacerlo a lo largo de sus vidas.
¿Podría soportar una tal misión? ¿Podía rechazarla, puesto que el Maestro Peter había
dado a entender que tales asesinos eran voluntarios, rechazarla e intentar ignorar dentro
de mi corazón que se estaba produciendo y que debía disculparla?
El Maestro Peter estaba en lo cierto; el hombre que compra la carne es hermano del
carnicero. Eso eran escrúpulos, no moral... como el hombre que aprueba la pena capital
pero es demasiado «bueno» como para tirar él mismo de la cuerda o manejar el hacha.
Como la persona que considera la guerra inevitable y en ciertas circunstancias moral,
pero evita el servicio militar porque no le gusta el simple pensamiento de matar.
Niños emocionales, imbéciles éticos... la mano izquierda debe saber lo que hace la
derecha, y el corazón es responsable de ambas. Respondí casi inmediatamente:
- Maestro Peter, estoy dispuesto a servir... de la forma en que mejor considere la
hermandad.
- ¡Buen chico! - Se relajó un poco, y continuó -: Entre nosotros, es el trabajo que
ofrezco a todos los nuevos reclutas cuando no estoy seguro de que comprenden que no
se trata de un juego de pelota, sino de una causa a la que se deben dedicar sin ninguna
reserva... a la que deben dedicar su vida, su fortuna, su sagrado honor. No tenemos lugar
para el hombre que desea dar órdenes pero no aceptarlas.
Me sentí aliviado.
- Entonces, ¿no hablaba en serio cuando me ofrecía el trabajo de asesino?
- ¿Eh? Normalmente no; pocos hombres son aptos para ello. Pero en tu caso sí
hablaba en serio, porque sabemos que posees una cualidad indispensable y no muy
común.
Intenté pensar qué era tan especial en mí, y no conseguí descubrir nada.
- ¿Señor?
- Bueno, finalmente serás atrapado, por supuesto. A tres de cada siete misiones de
asesinato cumplidas les está ocurriendo... un buen promedio, pero debemos mejorarlo
porque andamos escasos de hombres. Pero contigo sabemos que cuando te atrapen y te
pongan bajo Interrogación, no te derrumbarás.
Mi rostro debió reflejar mis sentimientos. ¿La Investigación? ¿De nuevo? Aún estaba
medio muerto de la primera vez. El Maestro Peter dijo amablemente:
- Naturalmente, no tendrás que pasar otra vez por todo esto. Siempre protegemos a los
asesinos; lo arreglamos de tal modo que puedan suicidarse fácilmente. No tienes que
preocuparte.
Créanme, habiendo pasado una vez por la Investigación, aquella seguridad no me
pareció cruel, sino más bien reconfortante.
- ¿Cómo, señor?
- ¿Eh? Oh, hay una docena de formas distintas. Nuestros cirujanos pueden prepararte
un dispositivo explosivo que te permita morir por mucho que te aten. Existe también el
diente hueco, desde luego, con cianuro o algo así... pero los investigadores se van dando
cuenta de ello; a veces les abren e inmovilizan la boca.
Pero hay muchas otras formas. Por ejemplo... - abrió los brazos y los echó hacia atrás,
pero no mucho -, si yo echara los brazos más atrás en una posición que ningún hombre
supondría sospechosa, una pequeña cápsula entre mis omoplatos se rompería y
terminaría conmigo en el acto. Sin embargo, tú podrías estar golpeándome la espalda
todo el día sin conseguir romperla.
- Esto... ¿es usted un asesino, señor?
- ¿Yo? ¿Cómo podría serlo, en mi trabajo? Pero todos los nuestros que se hallan en
posiciones de máxima exposición están cargados... es lo menos que podemos hacer por
ellos. Además, llevo una bomba en mi vientre - se palmeó el abdomen -, que puede
llevarse conmigo a un número considerable de personas si lo considero conveniente.
- Yo hubiera podido utilizar una de ésas la otra semana - dije enfáticamente.
- Estás aquí, ¿no? No menosprecies tu suerte. Si necesitas una, la tendrás. - Se
levantó y se dispuso a irse -. Mientras tanto, no te hagas ninguna idea especial acerca de
ser seleccionado como ejecutor. El grupo de evaluación psicológica deberá decidir si eres
apto, y son hombres duros de convencer.
Pese a sus palabras, seguí pensando en ello, por supuesto, aunque dejé de
preocuparme. Poco después me dedicaron a trabajos de menor importancia, y pasé
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